Caracas

jueves, noviembre 24, 2005

El tráfico caraqueño: ¿modus vivendi?

Caracas es una ciudad pensada para los autos, no para la gente. La velocidad de desplazamiento priva sobre el espacio público. De ello cabría suponer que los llamados "corredores viales" son eficientísimas vías de comunicación que permiten atravesar la ciudad a ritmo industrial, es decir, en un período mínimo de tiempo. Sin embargo, esa no es la realidad con la que día a día miles de conductores tienen que lidiar. La densidad de población y no la breve extensión geográfica del valle, que acurruca a los conglomerados urbanos, es la causa de que cada vez más sintamos nuestro espacio reducido, invadido por una voraz multiplicación de automóviles y de personas. Las soluciones al problema han ido desde las más descabelladas que imaginan segundos pisos en la autopistas, modernos monorrieles hacia las llamadas ciudades satélites; hasta las pragmáticas y peor recibidas como el Plan pico y placa —diseñado para controlar de acuerdo con el número de matrícula de los vehículos el flujo aumotor por la siempre congestionada autopista de Prados del Este—. En este punto, cabe preguntarse si la falta de soluciones por parte del gobierno local obedece a una deliberada desidia o si la cola (como se llama en Venezuela a los atascamientos) se ha convertido en parte de nuestra identidad.

http://www.el-nacional.com/caracas/11.asp

jueves, noviembre 17, 2005

Sahara Caracas

Caracas es una ciudad voluble, hasta en su clima. No hay leyes que parezcan tener sentido para predecir el estado del tiempo. Una mañana gélida no necesariamente nos libra de un mediodía donde el asfalto parece comenzar a bullir, la visión se torna borrosa y la fatiga se apodera automáticamente de nosotros. Quien viva en esta ciudad sabe que un día de calor puede trasportarnos al Sahara, y que un día lluvioso multiplicará el caos en la ya maltrecha infraestructura vial. Sin embargo, esta ciudad embriaga, nos envuelve en su acelerado ritmo y de alguna forma inexplicable nos obliga a quererla, a añorar la dosis diaria de adrenalina que nos obliga a volver aunque sea de visita. Fatídicamente bella, Caracas es un lugar que se apodera de un pedazo de memoria de sus visitantes y que es parte del alma de sus habitantes. Basta mirar en cualquier lugar del globo y el caraqueño podrá ser distinguido a leguas por su ritmo acelerado, ese es el legado de una urbe incomprensible donde el sol agobia a su antojo, impredeciblemente…cuando le conviene.